No pretendemos anunciar sabiduría humana, sino, como enseña Santo Tomás de Aquino: “Contemplar y transmitir a otros lo contemplado (contemplari et contemplata aliis tradere”
Nuestro apostolado debe responder a las necesidades de la iglesia, adecuarse a las exigencias de la época y a las posibilidades de nuestra Congregación.
Con apertura hacia cada ser humano, de cualquier nivel social y confesión que fuere, queremos ayudar en cada necesidad que se nos presenta conforme a nuestras necesidades.
Cada religiosa, sea joven o de edad, sana o enferma, puede y debe ser apóstol de acuerdo con sus aptitudes y la situación.
Apostolado dentro de la comunidad
Es el apostolado de amor al prójimo. Comprende la mirada atenta para con la hermana, delicadeza y tino en el trato mutuo y las pequeñas muestras de benevolencia y confianza.
Un generoso intercambio de ideas y de experiencias; diálogo sincero y comprensión mutua; gratitud por advertencias y ayudas fraternas; y oración de unas por otras.
Apostolado hacia el exterior
Nuestra labor apostólica, documentada desde 1304, se ha concentrado principalmente en la educación cristiana de la juventud. Hoy se encuentra ampliada con servicios pastorales y sociales.
Ser disponibles sin obstáculos para “las cosas de Cristo”
Nuestra actividad principal, patrimonio del pasado, la vemos también hoy en la formación humano-cristiana de los niños, de la juventud y, de acuerdo con la época, también en la formación de adultos.
Nuestra labor educativa y formativa no se limita a transmitir en forma efectiva los conocimientos y habilidades; aspiramos a la formación humana integral: formación intelecto-espiritual, formación del carácter y del sentido apostólico y social.
Nos preocupamos de desarrollar en las personas confiadas a nosotras el sentido para la escala de valores, de formar su conciencia y de orientarlas hacia una convicción profunda de vida cristiana.
Nos esforzamos por lograr que también las personas que trabajan con nosotras contribuyan a la creación de este ambiente. (Const. Cap. 4)